Iñigo Alonso Fernández

TÓRRIDAS NOCHES DE PLACER

Si el púbico pide intimidades, morbo, oscuros pasados y extrañas aficiones, no quedará decepcionado por este post. Es un relato que escribimos hace unos tres años un compañero (cuyo nombre no revelaré ya que en parte vive de su imagen de chico bueno) y yo. Él es quien protagoniza la historia en primera persona (le hacía ilusión), mientras que yo juego un rol secundario pero en el que se basa la trama de la historia. La mejor parte del tema es que lo presentamos tal y como está aquí escrito al concurso de relatos cortos del instituto, pero lamentablemente no ganamos los billetes de TGV a París y 100€ del premio (pero como eso era de prever también me presenté en el de poesía y ese sí gané :-P). En realidad y para que quede claro que había un interés monetario (como siempre) que nos empujó a escribir esto hay que decir que por esa época en la revista Private había un concurso de relatos con premio de una suscripción anual.

TÓRRIDAS NOCHES DE PLACER

Estaba en la calle después de correrme la juerga padre con mis amigos de toda la vida, en la despedida de soltero de mi colega Iñigo. Durante el striptease de la bailarina, estaba tan cachondo que tuve que ir dos veces al baño para intentar bajar, a base de placer, el hinchazón que tenía en la entrepierna de mi abultado pantalón.

Eran las 4 de la mañana, estaba caminando por las peores calles de la ciudad, donde las prostitutas se exhibían intentando conseguir algún cliente. Me provocaban pero el fin de mi deambular no era ese, no tenía ni un puto duro. Estaba buscando a la mujer que momentos antes había puesto mi bragueta como una tienda de campaña.

Recorrí buena parte de los bares de esa zona buscando a mi diosa, Yasmín, morena, con unos ojos penetrantes que te atrapaban y jugaban con tu mirada poniéndote a tono para lo que el resto de su cuerpo insinuaba. Por fin la encontré, estaba tomándose un Manhattan, en la barra de un pequeño bar. Me acerqué a ella e intente entablar una conversación coherente e inteligente, pero mi borrachera me lo impidió. Me sonrió lascivamente incitándome a recordar el baile de hacía una hora. Hicimos buenas migas y me pidió que la acompañase a su casa. Solo de pensar en lo que podía pasar después recuperé la erección. Ella debió de darse cuenta y puso cara de golosa. Comenzaba a hacer un poco de frío y sus duros pezones empezaban a resaltarse en su fino y ajustado vestido.

Llegamos a su casa. Nada más entrar en el ascensor, el deseo de unir nuestros cuerpos venció a la timidez y se abalanzó sobre mí. Su mano descendió a las profundidades de mi pantalón y acarició mi glande húmedo e hinchado. Con la otra mano arrancó mi camisa y exploró los contornos de mi torso. A continuación le bajé los tirantes del vestido y éste cayó al suelo. Me sorprendió su finísimo tanga y la belleza de sus pechos hizo que desease poseerla en aquel mismo momento. Me bajó los pantalones y comenzó a chupar mi dura verga, nunca había sentido tanto placer como cuando sacudió mi polla contra su lengua mientras masajeaba mis testículos. En esos momentos estábamos tendidos en el suelo y yo sentía que no podía aguantar más. Ella, sin previo aviso, cesó en su tarea; puso sus nalgas en mi cara y sentí esos maravillosos aromas que me atraían a probarlos. Mi lengua recorrió una y otra vez los contornos de sus labios, sentí que se estremecía y decidí que era el mejor momento para cabalgarla. La penetré varias veces por su lubricado coño hasta que volvió a gemir y estremecerse violentamente. Me pidió que le taladrase su otro agujero, no necesitó ninguna lubricación especial a pesar de ser pequeño y apretado. Mi ritmo siguió aumentando; cuando la eyaculación era inminente, conseguí retenerla durante unas embestidas más, hasta que ella comenzó a mover felinamente sus caderas. Aquello fue el fin de mi resistencia, creí que no iba a parar de correrme jamás. Ella otra vez como una pantera se sacó mi rabo, lo agarró y ávidamente recolectó todo el semen que pudo en su boca. Sudorosos y con las ropas colgando nos levantamos y sin importarnos la posibilidad de que nos viesen sus vecinos, entramos en su casa, su santuario.

Era increíble la decoración de lujo del inmenso apartamento. Cogido de la mano, me arrastró hasta el baño. Paredes y suelos de mármol y grifería de lujo adornaban la estancia. Un enorme jacuzzi presidía la habitación. Yasmín arrancó con sus manos lo que quedaba de mi ropa y me metió en las burbujeantes aguas. Ella por su parte me deleitó con sus sensuales movimientos quitandose la ropa al compás de una música que yo no le había visto conectar. Mi miembro se recuperaba ante la más que probable posibilidad de que pronto pudiera presentarse batalla. La noche se presentaba larga. Una vez los dos entre las burbujas, sus húmedos labios comenzaron a besar mi cuello y a deslizarse lentamente a las partes ocultas por las burbujas. Las cosquillas inundaron mi cuerpo y mi pene alcanzó el máximo exponente de su tamaño. Tanto placer no podía ser real. Ella surgió de entre las aguas y nuestros cuerpos se entrelazaron y comenzaron a sucederse una serie de espasmos mutuos que nos llevaron a alcanzar el tan difícil clímax simultáneo. No recuerdo nada más de aquella noche, pero lo que nunca podré olvidar es la dulce sensación que acompañó a mi despertar la mañana siguiente. Mi erección matinal, acariciando sus finas nalgas, consiguió despertar a Yasmín que estaba entrelazada entre mis brazos. Para cuando yo desperté su maestra lengua acariciaba mis testículos, ya repuestos de la descarga nocturna. No pude aguantar mucho tiempo, además tenía poco tiempo, la boda de Iñigo era a las doce y media. Descargué toda mi néctar en su boca.

Fue una boda preciosa, aunque yo no pude concentrarme como debería en mi papel de padrino. Tras el obligado banquete, mi cuerpo pedía más descargas de placer a manos mi diosa particular.

Mi Audi TT parecía conocer perfectamente por sí mismo el camino hasta su portal. La adrenalina y la testosterona inundaron mis venas y el bulto de mi pantalón empezó a hacer ceder las costuras. Unos ojos rasgados abrieron la puerta. Shura Cheng, amiga y compañera de piso y trabajo de mi ninfa. Pensé que no tenía nada que hacer allí, pero su mirada insinuó que tendría trabajo doble. Puso un dedo sobre sus labios y con la otra mano agarró mi corbata y me hizo entrar y entregarme a una experiencia nueva para mi. Me arrastró hasta el dormitorio pero no sin antes pasar por la cocina y coger dos botes que hicieron volar mi imaginación, nata y chocolate líquido. Yasmín yacía semidesnuda sobre la formidable cama de agua que al parecen compartían habitualmente las compañeras. Su gesto de sorpresa se transformó sin mediar palabra en esa sonrisa lasciva que vuelve loca a mi verga. Mi ropa pareció deslizarse sobre mi piel y Shura se sorprendió por el tamaño y rigidez de mi herramienta. El sexo que había estado deseando durante todo el día se hizo por fin realidad. Las dos se tumbaron, ya desnudas, sobre la cama. Separaron sus muslos. Mi lengua fue directamente hacía ese lugar, alternando a mi diosa con su compañera. Mi apetito no tenía límites. Sus sabores, tan semejantes, tan diferentes, hicieron que desease poseerlas en el acto. Mientras yo practicaba la clásica postura del misionero con mi Yasmín, mi
desde entonces asiática favorita aprovechó para echar mano de los botes de nata y chocolate. Roció nata sobre los perfectos senos de mi diva. Sus rosados pezones parecían las guindas de un suculento pastel. Terminé devorándolos mientras Shura vertía el chocolate líquido sobre su afeitado pubis, lo acercó a la boca de Yasmín y esta empezó a lamer sin control. Cambiamos a la postura de la yegua, que practiqué con Shura. Mientras ella cabalgaba mi cuerpo, mi mente calenturienta no pudo dejar pasar la idea de que en esta idílica situación aún faltaba una sodomía. Voluntarias no faltaban. El profundo enculamiento no parecía molestarlas. No podía aguantar más. Mi volcán estaba a punto de entrar en erupción. Ellas parecieron notarlo y se disputaron mi asta. La balanza se decantó, dada su dilatada experiencia, en favor de la morena de mis sueños. Mi eyaculación no se hizo esperar, mis fluidos fueron recogidos por Yasmín. Hermosa Yasmín. Mujer de armas tomar, armas que matan a la víctima más de una vez... de puro placer.

Adamo & Armstrong

(los seudónimos eran exigencias del concurso, en la plica estaban nuestros verdaderos nombres, pagaría por saber lo que pensaron los profesores que lo leyeron y ver la cara que puso mi profesora de lengua)

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